miércoles, 28 de marzo de 2012

Increibles TAMBIÉN OCURRIRÁ EN ABRIL

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Del 7 al 26 de abril de 2011
Biblioteca ETSAM
Madrid

sábado, 24 de marzo de 2012

Especiales La Flor del Ceibo - Erythrina crista-galli L

Especiales

La flor del ceibo es la flor nacional de la República Argentina. También denominada seibo, seíbo o bucaré, fue declarada flor nacional argentina por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº13.847/42, del 22 de diciembre de 1942. De ahí que el 22 de Noviembre se celebra el día de la Flor Nacional. También es la flor nacional de nuestro país vecino la República Oriental del Uruguay.



El Ceibo es un árbol originario de América, de la zona subtropical, no muy alto, de tronco retorcido, pertenece a la familia de las leguminosas, por lo que las semillas se guardan en vainas encorvadas. Sus flores son rojas, de un rojo carmín. Crece en las riberas del Paraná y del Río de La Plata, pero se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas a lo largo del país. La madera de ceibo es muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo. Su presencia en parque y jardines argentinos, pone una nota de perfume y color. Y el admirador evita arrancar sus flores, debido a que sus ramas poseen una especie de aguijones.


Leyenda de la flor del ceibo
Según cuenta la leyenda la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate entre su tribu y los guaraníes.
Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo feraz, silvestre, que bañaban las aguas oscuras del río barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la indiecita, y el rumor del río que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba. Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, tanta era la belleza de su canto.
Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca remontaron las aguas y se internaron en la selva. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo. Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.
Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus esfuerzos por librarse aunque era ágil. La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela.
Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados, pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos. La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada. Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamado.
Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores, rojas como las llamas que la envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.
Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma pura y altiva de una raza que ya no existe.



Para ampliar información:
www.ambiente.gov.ar/?idarticulo=680 -

viernes, 16 de marzo de 2012

Yuyos Clasificación según su estilo: Raíces expuestas (Neagari)

Yuyos

  • Raíces expuestas (Neagari):A pesar de tratarse de un estilo que puede adaptarse bien a muchas formas, la característica común a todas ellas es que buena parte de lo que una vez fueron raíces del árbol han quedado expuestas pasando a formar parte del tronco, generalmente hasta la mitad, o incluso los dos tercios de la altura del árbol.

  • Estas raíces visibles pueden dejarse tal cual las formó la naturaleza, se les puede doblar, dar curvas, etc., pero en cualquier caso deben tener el grosor suficiente como para no afectar a la estabilidad de la planta.

  • Se trata de un estilo que busca imitar el resultado de la erosión del suelo causada por la fuerza de los elementos, generalmente el agua, y por tanto suele aplicarse a coníferas pues son estos los árboles más comunes en las zonas en las que se dan estas duras condiciones ambientales.

  • A pesar de que es también utilizado con otras variedades, como por ejemplo ficus.La forma de producir ejemplares siguiendo este estilo, a parte de tomarlos directamente de la naturaleza dejando que sea esta la que haya realizado el trabajo duro de modelado, no es demasiado complicada aunque si muy laboriosa y digna de paciencia.

  • Un primer método consiste en ir elevando, año a año, la planta joven de forma que únicamente las puntas de las raíces entren en contacto con el sustrato. Sustrato convenientemente arenoso para favorecer el desarrollo radical.

  • Para mantener la sustentación, las raíces que más tarde ejercerán esta función así como la misma planta deberán ser sustentadas temporalmente con bastones.

  • El segundo método es el opuesto y resulta algo más sencillo de llevar a cabo. Consiste básicamente en plantar el árbol en un tubo o cajón de una cierta profundidad con un sustrato arenoso. Las raíces rápidamente se dirigirán por si mismas hacia el fondo buscando humedad y nutrientes, aunque para conseguir la textura y corteza adecuadas se deberá ir descubriendo con el paso de los años, poco a poco y desde arriba, un segmento cada vez mayor de raíces. Recortando el tubo, o cajón cuando sea preciso.

  • La ventaja de este método es que las raíces permanecen mucho más protegidas disminuyendo el riesgo general para la vida de la planta, y que no es necesario ningún sistema de sustentación para el árbol.

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